Los pronósticos están para ser incumplidos. Si las encuestas, sondeos y predicciones se cumpliesen siempre, no tendrían sentido. Y en el caso de los premios, donde las votaciones son secretas y a menudo están motivadas por razones de lo más peregrino o modas pasajeras, esto es todavía más cierto. Los Oscar de Hollywood no son una excepción, y parte de su atractivo consiste en comprobar cuantas sorpresas nos depara la entrega de cada año. Además, de esta manera las miradas sorprendidas del público y los premios son más genuinas y, aunque la mayoría de ellos sean actores, por una vez no necesitan actuar.
Por ejemplo, en el año 1992 parecía cantado que la estatuilla de mejor actor iba a ir a parar a las manos de Robert de Niro por su magnífico despliegue de muecas y rictus en el estupendo remake de El Cabo del Miedo. Aquella actuación todavía se recuerda y ha sido parodiar a infinidad de veces. Pero por mucho que haya permanecido en nuestra memoria, fue otro maestro de la actuación en se llevó el preciado galardón de aquel año: Anthony Hopkins, a quien bastaron 16 minutos en pantalla para fascinarnos con su encarnación de Aníbal el caníbal en la no menos inolvidable El Silencio de los Corderos.
Aquel mismo año se produjo otra gran sorpresa cuando Marisa Tomei se hizo con el Óscar a la mejor actriz de reparto por Mi Primo Vinnie. El presentador Jack Palance tuvo incluso que escuchar acusaciones de haber leído un nombre diferente al que había escrito en la tarjeta. El personaje de Tomei era una chica mal hablada y de pocos morales, la antítesis del personaje interpretado por Vanessa Redgrave en Howard´s End que competía con ella.
Cuba Gooding Junior también sorprendió a todo el mundo al recibir en 1997 el premio al mejor actor secundario por su trabajo junto a Tom Cruise en la película Jerry Maguire. La historia de un don nadie que gracias a la confianza en sí mismo llega a lo más alto. Teniendo en cuenta que hasta ese momento Gooding Jr. apenas había contado con apariciones fugaces en El Príncipe de Zamunda o Algunos Hombres Buenos, se puede decir que en este caso la realidad supera la ficción. Además, en aquella ocasión se impuso a superestrellas como Edward Norton.
En cuanto a películas, en 2002 Chicago sorprendió a propios y extraños con sus seis estatuillas. Tradicionalmente, los musicales lo han tenido difícil en Hollywood, y la cosecha de aquel año incluía obras maestras como El Pianista de Roman Polanski o Gangs of New York, de Scorsese, ambas consideradas entre las mejores películas de todos los tiempos. Pero aún mayor fue la sorpresa de Shakespeare in love, que en 1999 arrasó inesperadamente. Salvar al Soldado Ryan, de Spielberg, era considerada el caballo ganador y hasta Harrison Ford, actor fetiche del "Rey Midas de Hollywood" fue designado para entregar el premio a la mejor película. Pero hay que recordar que el bueno de Steven ha sufrido los desplantes de la Academia durante toda su carrera. Esta vez, tal vez, esa enemistad llegó demasiado lejos.
De nuevo continuando con los paralelismos entre realidad y ficción, en 1996 llegó Braveheart, que no aparecía en ninguna quiniela, para acaparar las estatuillas que a priori todo el mundo adjudicaba a Apolo 13 o Sentido y Sensibilidad. Ese mismo año,Babe, el Cerdito Valiente, se colaba entre los nominados a pesar de ser considerada una comedia infantil intrascendente que no llegaría a ninguna parte. Poco después llegaría la secuela...
Si nos remontamos unas décadas, en 1966 Sonrisas y Lágrimas fue una de las mayores sorpresas de la historia del cine cuando se impuso a la mastodóntica Doctor Zhivago. Pero sin duda una de las historias más épicas del cine moderno es la de Rocky. Un hasta entonces semi desconocido Sylvester Stallone llenaba la pantalla de golpes, sangre y sudor para contar la epopeya de sacrificio de un boxeador desahuciado. Golpe a golpe se fue deshaciendo de rivales como Todos los Hombres del Presidente, Taxi Driver o Cara a Cara, de Bergman. Gracias a este inesperado éxito nacía una saga extraordinaria. Así que visto lo visto, no nos queda más que desear que sigan produciéndose sorpresas cada año y que siga recorriéndonos un agradable cosquilleo cada vez que escuchemos la frase: "And the winner is?"