Los expertos que estudian las condiciones de trabajo y costumbres de las personas frente al ordenador tienen diversas formas de comprobar qué es lo que sucede mientras realizan sus tareas del día a día. Hace poco publicaron un nuevo estudio en el que se afirma que aquellos que consultan continuamente el correo electrónico viven más estresados. No era una teoría: habían puesto unos medidores de tensión y de frecuencia cardíaca en los sujetos examinados. ¡Los problemas de la vida moderna!
Quienes escriben sobre los temas de la productividad y buenos hábitos también saben que se trabaja mejor sin estrés y que las costumbres para ser más productivo, reducir la ansiedad ?e incluso la procrastinación, esa mala costumbre de "dejarlo todo para mañana"- son en ocasiones muy parecidos. Algunas cuestiones todavía son controvertidas (¿es mejor trabajar con uno o dos monitores?, ¿nos hace la multitarea menos productivos?), pero en muchas otras coinciden y confirman lo que nos dice el sentido común. Así que aquí van algunos de esos consejos universales
- Desactivar todas las notificaciones de las aplicaciones. Trabajar siendo interrumpido constantemente por pitiditos y ventanas de programas "requiriendo atención" despista y produce un estrés innecesario. Incluso, si es posible, conviene hacer desaparecer los numeritos de "correos sin leer" o "chats esperando respuesta" en los iconos del escritorio, el teléfono móvil o la tableta.
- Marcar unas horas para tareas como contestar el correo, chequear las redes sociales y otras tareas periódicas. Pocas cosas hay tan estresantes como chequear constantemente el buzón "a ver si ha llegado algo" o el ciclo "Miro el correo, luego Facebook, el Reader, repaso Twitter, Instagram, Pinterest? y seguro que igual en todo este tiempo me ha entrado algún correo?" (hay estudios que incluso afirman que este círculo vicioso sin fin produce en nosotros químicamente algo parecido a lo que experimentan los ludópatas frente a las máquinas tragaperras tirando de las palancas, esperando ruidos, luces y algún que otro premio por llegar). Es mejor plantearse espaciar mucho y simplificar esas tareas periódicas: mirar los correos a media mañana y después de comer, y lo mismo con el resto de servicios, separando los que sean para trabajar de los personales y de ocio.
- El correo electrónico es un medio asíncrono. A diferencia del teléfono, en el que hay que hablar en "tiempo real", olvidamos muchas veces que no es obligatorio contestar los correos al momento, sino cuando nos venga bien. Si se cambia esta costumbre y simplemente se dejan reposar, al cabo de unos días los interlocutores se acostumbrarán a un ritmo menos exigente y estresante, pero aun así razonable (por ejemplo, respuestas al final del día, o de un día para otro).
- Los teléfonos móviles se pueden silenciar, los chats desactivar y los timelines de las redes sociales ignorar. Es importante recordar que no vivimos atados a la tecnología y que no estar disponible durante un rato no es el fin del mundo, ni tampoco perderse dos o tres horas de cotilleos de los amiguetes. (Además, siempre existen los buscadores y las funciones para "rebobinar" los timelines). Eso no quiere decir que no podamos volver a estar hiperconectados si tenemos una emergencia o proyecto urgente, pero de lo que se trata es de evitar vivir en una especie de estrés continuo y permanente, como si corriéramos una maratón al sprint.
Foto | Cockpit Poser (CC) Martin Terber @ Flickr