La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, normalmente. Lo que no es tan normal, e incluso puede llegar a ser bastante raro, es el medio de transporte que podemos utilizar para recorrer ese trayecto.
Por ejemplo, los burros que ofrecen a los turistas de Petra la posibilidad de ahorrarse una caminata y alguna que otra cuesta. La verdad es que con lo hermosos que son los paisajes de esta alucinante ciudad, famosa por el rodaje de un Indiana Jones, el que alguien quiera montar en un burro para pasar menos tiempo en un lugar como éste es algo realmente raro e incomprensible.
Los tuk-tuks de Tailandia, especialmente los de Bangkok, son macarras, pesados, ruidosos, suicidas y quizás poco seguros. Raros? también. Imagínate una especie de Harley Davidson de imitación y trasnochada con un motor petardeante y unos conductores empeñados en prestarte sus servicios. Una y otra vez, incansablemente. No es de extrañar que en la propia Bangkok vendan camisetas con la frase "No tuk-tuk, thank you".
Los bueyes taxi de las Islas Seychelles son, obviamente, para gente sin prisa. Pero quién puede tenerla en un sitio tan paradisíaco, donde unas montañas perfectas llegan hasta el mismo borde de unas playas que parecen "photoshopeadas".
Los carros de cesto de Madeira, en Portugal, son una especie de trineos sobre ruedas que se usaban para descender rápidamente por las empinadas callejuelas de Funchal. Muy divertido y simpático. Lo que no resulta tan divertido es volver a subir la cuesta arrastrando el dichoso carrito. Pero claro, eso lo hacen los cesteiros y no los turistas?
Las bicicletas no son exactamente raras, pero lo que sí es raro (y de hecho único en el mundo), es que los MacDonald´s de Nueva Delhi hagan sus repartos a domicilio en bici. ¿El motivo? Los atascos de la capital india, tan largos que es posible reencarnarse varias veces antes de alcanzar el destino.
En Hanoi, y en casi cualquier rincón de Vietnam, cualquier semáforo en rojo parece la parrilla de salida de un campeonato de motociclismo: por cada coche hay tres motos circulando. Por eso no es tan raro ?bueno, un poco-, que por unas monedas cualquier joven estudiante haga las veces de "moto-taxista". Por supuesto, también los hay profesionales.
El tranvía suspendido de Wuppertal, en Alemania, demuestra que en Europa también nos gusta ser raros. Se llama Schwebebahn, lo cual bastaría para incluirlo en nuestra lista de raros, pero es que además circula con los raíles en el techo para permitir a los pasajeros contemplar el paisaje sin obstáculos.
En Londres encontramos al "patobús": un microbus turístico anfibio que al llegar al Támesis se mete en el agua y navega frente al Parlamento británico. Bastante raro, incluso para los ingleses (tan excéntricos ellos).
Los autobuses indios son una de las estampas más típicas de un país donde a lo raro se le llama exótico. Decorados con más colores que un anuncio de pintura y una zapatilla atada al parachoques trasero ?todo el mundo sabe que da buena suerte-, suelen llevar escrita a mano la frase "Blow horn, please" en la parte de atrás. Sí, por favor, haga usted sonar el cláxon porque con tantos colgajos no veo nada por el retrovisor.
Las "chivas" colombianas son igualmente coloridas y sus conductores aún más permisivos con la carga que permiten llevar a sus pasajeros. Con el techo atestado de bultos y por supuesto algún que otro temerario, parecen pirámides sobre ruedas. Que les hablen a sus viajeros de límites en el peso de su equipaje?