Cada vez más niños disponen de acceso a terminales móviles de grandes capacidades, incluso se conectan y utilizan Internet y muchos de sus servicios (redes sociales, mayormente) de forma habitual. Sin embargo, pese a que todo el mundo lo hace, es lógico que nos entren dudas y que no queramos que nuestros niños vaguen sin control por Internet y las miles de tentaciones que esconde. Compras o sitios de dudosa recomendación para niños son las principales preocupaciones de los padres, así que, ¿qué móvil es el adecuado para nuestros hijos? O aún mejor, ¿qué podemos hacer nosotros para cerciorarnos de que acceden a contenidos apropiados?

Podemos ver dos vías principales de acercarnos al problema: una es proporcionarles un terminal adecuado a sus necesidades. Otra es limitar el acceso a determinados contenidos o a determinadas acciones por activa o por pasiva. Nuestra principal preocupación debería ser fomentar el uso responsable de los terminales móviles por parte de los niños, y aunque no debemos hablar de censura, sí que tenemos que mencionar el control necesario. Al fin y al cabo, somos sus padres y su educación es nuestra responsabilidad.

¿Prepagado o controlado?

La primera cuestión es operativa: ¿preferimos prepagar mensualmente, o bien preferimos controlar qué aplicaciones puede utilizar o a qué contenidos puede acceder? Con la modalidad prepago estamos matando dos pájaros de un tiro: por un lado sabemos el tope de gasto mensual, por otro estaremos inculcando cómo gastar con sentido común y manejar un presupuesto ajustado. Si controlamos las aplicaciones que se pueden utilizar desde el móvil, estaremos seguros de que no accede a contenidos no apropiados, y que tampoco realiza compras sin autorización.

Hay un riesgo en el control férreo de las aplicaciones que puede utilizar, y es que consigamos que nuestros niños sean lo contrario de lo que deberían ser: niños nativos digitales. Igual que en nuestra época los videojuegos estaban en el punto de mira de los padres, nosotros estábamos controlados pero no dejábamos de jugar con ellos. Es necesario permitir con límites, límites razonables que los niños entiendan y que les permitan desarrollarse de acuerdo con al evolución tecnológica que les toca vivir, pero que ni se sobreexpongan, ni se queden aislados de ellas.

Tenemos que pensar que a los niños sigue gustándoles estar con sus padres, jugar al aire libre, aprender,... que simplemente la falta de tiempo o de energías de algunos padres hace que la solución fácil sea la de refugiarse en la tecnología, los chats, las redes sociales o los videojuegos. Los niños, niños son, y más allá del problema de pensar qué terminal les vamos a regalar, debemos pensar en cómo los vamos a educar para que los usen con la responsabilidad de que son capaces.

Vía | NYTimes

Foto | Ed Yourdon