Al menos, el mejor de la última década. Ni las últimas ediciones de Windows u Office, ni la consola Xbox, ni los smartphones Lumia de Nokia, ni sus programas de gestión empresarial. Kinect es, con mucha seguridad, el invento más innovador y con mayor potencial desarrollado por el gigante fundado por Bill Gates. Si es capaz o no de sacarle el partido que merece, ésa es otra historia.

Kinect es un sensor de reconocimiento de movimientos que se coloca sobre el televisor y se conecta a éste. Microsoft lo creó para reforzar su videoconsola Xbox y hacer frente a una imparable Wii, que arrasaba entre los públicos tradicionalmente poco jugones (familias, niños pequeños, chicas, etc.). Kinect hacía aún más divertido jugar a un juego de deportes o fitness porque no solo era capaz de reconocer dónde pisabas (como hace la tabla Wii Fit), sino que identifica cómo te mueves.

Fue el gran anuncio de Microsoft en la Electronic Entertainment Expo de 2009. Salió a la venta poco antes de la campaña navideña de ese año, y pintaba bien: en solo diez días se vendieron más de un millón de unidades. Aún hoy, Kinect sigue siendo el sistema que probablemente mejor sabe integrar los movimientos del usuario dentro del juego.

El mercado de los videojuegos es inmenso. Solo en España mueve unos 1.000 millones de euros al año, y eso a pesar de que dos de cada tres juegos son piratas. Para Microsoft, Kinect le ha permitido aumentar las ventas y, de paso, mejorar sus márgenes de ganancias en el negocio de las videoconsolas.

Pero el gran potencial de Kinect está en la aplicación de esta tecnología en otros campos, como la telemedicina, la medicina de rehabilitación, los televisores inteligentes o la educación, entre muchos otros. Los usos de un sensor de reconocimiento (que incluye interpretación de gestos, seguimiento del rostro, profundidad del campo y captura del audio) son tan amplios como la imaginación de los desarrolladores.

Por eso, Microsoft ha abierto parte del código fuente a los desarrolladores. La Universidad Rey Juan Carlos, por ejemplo, ya usa Kinect para la tele-rehabilitación de algunos casos de esclerosis múltiple. BBVA lo ha instalado en una de sus oficinas en Madrid para que los usuarios interactúen con los servicios. Y algunos centros comerciales lo están utilizando (o infrautilizando, mejor dicho) en sus pantallas de información para contabilizar cuántas personas pasan por delante y calcular el número de clientes potenciales.

Más de tres años después del lanzamiento de la primera versión de Kinect, por lo tanto, son muchos los proyectos en los que se emplea pero no se ha convertido aún en un producto de uso masivo más allá de Xbox y del mundo de los videojuegos.

Tampoco han despegado aún las smart-TV, aunque se sabe ya que otros fabricantes como Samsung o recién llegados como Google están trabajando en reinventar la experiencia de ver la televisión. ¿Cómo? Pues por ejemplo, eliminando el mando a distancia. Si instalas sensores de movimientos y gestos (y por qué no de voz), ¿para qué necesitas un mando? Se cree que la próxima televisión de Apple irá también por esta línea.

En conclusión, Microsoft necesita urgentemente acelerar el despliegue de Kinect antes de que Google, Apple o cualquier otra compañía logre arrebatarle su posición de ventaja. Tiene un as en la manga: más de 80.000 millones de dólares en caja (83.000 millones a 31 de diciembre de 2013, para ser exactos). Cantidad más que suficiente para recuperar esa imagen de empresa tecnológicamente revolucionaria que perdió hace años.