Adiós al invento que prometía cambiar la forma en que interactuamos con la tecnología. Las Google Glass abanderaban el sueño de las wearable technologies, categoría bajo la que también se engloban los smartwatches, esos relojes raros cuya verdadera utilidad está también por llegar. Muchas promesas, pero pocas ventas.

Así que Google ha decidido dejar de vender sus famosas gafas inteligentes. Esas que vendía por la friolera de 1.500 dólares pero que, tal y como os comentábamos en un post anterior, este año iban a relanzarse por unos 300 dólares, gracias a un acuerdo con la marca de gafas Ray-Ban.

En realidad, Google no abandona del todo el proyecto, simplemente lo pospone. La puntocom está convencida de lo bueno que es (o mejor dicho, será) su invento.

La gran pregunta es: ¿para qué sirven?! A nosotros se nos ocurren algunos usos originales:

  • ¿Has probado seguir en Twitter lo que se está comentando sobre el programa de televisión que estás viendo? Dile a tus Google Glass qué hashtag o palabras claves buscar, y no tendrás que preocuparte ni de teclear.
  • Aprender un idioma sería más fácil si a medida que paseas las gafas te van indicando cómo se llaman las cosas a tu alrededor.
  • Si extravías tu móvil por casa, encontrarlo sería cuestión de segundos. Nada de llamarse a sí mism@ a ver dónde suena? Las Google Glass podrían actuar como el mejor (y más exacto) de los localizadores.
  • Puede que seas de l@s que un buen día se compró una bicicleta estática? que hoy actúa como un perfecto perchero. ¿Y si vieras cómo avanza el paisaje a medida que pedaleas? Hacer deporte se haría más entretenido, con la confianza además de que si tus pulsaciones se elevan demasiado, una alarma te lo indicaría. Todo ello, con un único gadget.

Ojos bizcos y otras piedras en el camino

Las Google Glass fueron ideadas por un empleado de esta compañía, dentro del 20% de su jornada de trabajo. El buscador deja a sus trabajadores que durante una quinta parte de su tiempo se dediquen a cualquier otra actividad, ya sea un proyecto de otra área, hacer de guía para los muchos grupos que visitan el campus (también llamado Googleplex) o inventar un nuevo chisme.

El primer prototipo estaba preparado en unos 40 minutos. Estaba hecho de pequeños artículos de papelería que encontraron por la oficina. Un prototipo es útil para hacerse a la idea de cómo sería un aparato, cómo funcionaría? Pero a la hora de realizar la primera prueba en plástico, en lugar de en cartones y clips, se dieron cuenta de que había muchas cosas mejorables: la primera de ellas, el peso. Unas gafas inteligentes deben incorporar una pequeña batería, chip y cámara, entre otros elementos, y su peso, a la larga, no puede suponer un engorro.

Este pequeño fallo fue resuelto rápidamente. Aun así, hay ciertas cosas que no solucionaron del todo. Para que la información que se despliega en el cristal no entorpeciera la vista, por ejemplo, ésta se visualizaba en la parte superior derecha. Esto obliga a desviar la vista ligeramente hacia arriba, dejándote un poco bizc@.

Pero, sobre todo, el gran reto de las Google Glass está en su utilidad. Los académicos hablan del "coste del cambio": un producto debe ser lo suficientemente atractivo/útil no sólo para que lo compres, sino para que te decidas a cambiar ciertos hábitos.

¿Culpa de los desarrolladores? Más bien, de orientación comercial. Las Google Glass son un gadget con infinitas posibilidades? pero no tantas como producto de masas. Los mejores ejemplos de uso de estas gafas inteligentes los encontramos en el mundo de la medicina (en Madrid, por ejemplo, la clínica Cemtro retransmite operaciones en directo por esta vía), las urgencias y rescates (para que un médico pueda ir viendo y orientando a los bomberos), el mantenimiento industrial (algunos operarios necesitan tener las dos manos libres), etcétera.

He aquí algunas de las utilidades que le encuentra Zerintia, una interesante start-up española de nuevas tecnologías:

En definitiva, las Google Glass son un producto extraordinario para determinados usos profesionales, pero mayormente inútil para el ciudadano de a pie. Mal negocio para el rey online del B2C (business to consumer).

¿Fracaso? No, simplemente Google se ha adelantado a su tiempo. ¡Quien no arriesga no gana!