Los teléfonos móviles siempre están con nosotros, 24 horas al día, 365 días al año y Hay quien hoy por hoy, recomienda no dejar el móvil en la mesilla de noche por las radiaciones perniciosas que emite. Incluso no se debe cargar mientras dormimos, ni deberíamos utilizar un radiodespertador. La guerra contra las ondas electromagnéticas parece que quiere volver a estar de actualidad, pero lo cierto es que el móvil no debe dejarse en la mesilla de noche porque, si no, lo consultamos antes de dormir. Y eso no solo afecta a nuestro descanso, sino que torpedea la línea de flotación de nuestra vida de pareja.

La radiación electromagnética es uno de los enemigos mortales de la humanidad desde que se popularizó su uso en multitud de dispositivos. Pero en realidad, la radiación electromagnética está presente en la vida humana desde millones de años antes de que apareciese sobre la faz de la Tierra, porque si no no existiría la luz. Y tampoco todas las radiaciones del espectro, que son muchas. El propio Sol, con sus rayos, es capaz de provocar melanomas con gran facilidad. Pero (casi) nadie rehuye de la luz del día. Nosotros mismos emitimos ondas electromagnéticas de alguna forma y de mínima intensidad, pero así lo sugieren los impulsos eléctricos (nerviosos) y las "misteriosas" leyes del electromagnetismo.

En el caso de la telefonía móvil, pasa lo contrario. Desde que se sugirió que los efectos de las radiaciones electromagnéticas que salen despedidas de los dispositivos podrían (y todavía no se ha demostrado nada concluyente) influir en parámetros como la temperatura de ciertas zonas del cerebro "en contacto" con las ondas, la paranoia se instaló en la sociedad. Las antenas de telefonía, por ser más grandes, sufrieron las iras de las asociaciones y comunidades cuando la potencia emitida por ellas es decenas de veces menor que la que nos llega del móvil pegado a la oreja.

Por eso, volviendo al tema, la razón de que no debamos tener el móvil a mano en la cama es precisamente que no tengamos la oportunidad de leer el email, comprobar el Facebook o enviar algunos tweets antes de dormir (y, por supuesto, evitemos el tan pasado de moda "¡A dormir!", que a nadie le interesa). Porque eso no solo influye en nuestro descanso, sino que nos puede amargar la vida sentimental y apagar la llama mucho antes de lo que debería.

El móvil es un dispositivo pensado para utilizarse durante el día, y por eso la luz que despide de noche puede molestarnos de diversas formas: desde la incómoda luz de notificación (carga del móvil, mensaje entrante...) hasta la luz cegadora que aparece cuando consultamos la hora. Son cosas que para algunos resultarán de lo más simple o desprovisto de importancia, pero para otras personas supone descansar mal. Para evitar las molestias de la luz de pantalla vimos unos trucos hace tiempo.

La otra razón para dejar el móvil a buen recaudo cuando nos vamos a la cama, es la adicción de muchas personas por estar a la última en cuanto a información. Cuando nos disponemos a dormir, nuestro cerebro debe estar en un modo de relajación mayor que en cualquier otra parte del día. Es lo que llamamos comúnmente "desconectar", y no lo hacemos bien si justo antes de dormir leemos ese email que nos va a dar dolor de cabeza, consultamos lo último del trabajo, revisamos nuestros perfiles en redes sociales... Para dormir, lo mejor es dejar de lado toda actividad, o relajarse hasta notar que se nos cierran los ojos leyendo una novela. Eso sí funciona, y no estar a la última en todo, porque nos va a perjudicar más que otra cosa.

Foto | Johann Larsson