Comprar en el supermercado es algo que hacemos muy habitualmente. Podemos ir al local y elegir las compras allí, o bien podemos hacer pedidos online, algo a lo que cada vez más grandes superficies se están adaptando. La ventaja de las compras online suele ser el servicio postventa, y afinando más, las ofertas personalizadas.

Las grandes superficies pueden tener un registro de nuestras compras basándose en las tarjetas de fidelización, siempre teniendo en cuenta que están asociando esas compras a un número de cliente, por ejemplo. Cada vez que compramos o "pasamos la tarjeta" podemos ser objetivo de descuentos personalizados. ¿Por qué no? Y lo más importante, ¿no nos encantaría que eso pasase?

Personalizar los precios hasta el extremo de que a una persona le cobren menos dinero por un producto que adquiere habitualmente, mientras que otros productos menos frecuentes no tienen beneficios, puede ser la estrategia definitiva para conseguir fidelizar clientes. Incluso generar cupones en el acto mientras escaneamos un producto con nuestro smartphone. Todo esto es posible y, además, es un camino que se abre para muchos desarrolladores y vendedores.

Ya se hace, por cierto, algo parecido en los hoteles, agencias de viajes o similar. Se ofrecen precios variables dependiendo de la disponibiliad o de las fechas. Ahora, en los supermercados, nuevas variables se añaden a la ecuación: con qué frecuencia lo compramos, en qué sección estamos, o por qué no, qué edad tiene nuestro hijo (y así se nos puede ofrecer un producto concreto).

La personalización total implica más trabajo de recopilación y cruce de datos, pero proporciona la oportunidad única de atender a cada cliente con exactamente lo que desea, o dándole el premio de rebajar ese producto que compra a diario. Posiblemente los cupones de descuento genéricos no sean tan efectivos por ese motivo: no nos vienen igual de bien a todos. ¿Y si tuviésemos cupones con descuentos para lo que compramos exactamente?

Vía | New York Times

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